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La respuesta a una carta de amenaza: Constantinopla 1453
Sabemos lo que pasó a la gran ciudad: después del largo asedio, fue conquistada por las tropas dirigidas por los turcos.


Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net



El tirano piensa que su voluntad es ley, y que los demás deben someterse a sus caprichos. Para ello se recurre a todo, también a la violencia gratuita.

Eso queda reflejado en un texto que el sultán Mehmed II (o Mahomet II) envío al último emperador de Constantinopla, Constantino XI, antes de asaltar la ciudad, el año 1453.

Según algunos documentos, estas fueron las palabras de amenaza que dirigió el sultán turco al emperador cristiano:

“Has de saber que los preparativos bélicos están ya concluidos; y a partir de ahora es tiempo de hacer lo que deseaba desde hacía mucho; el resultado de la empresa lo dejamos en manos de Dios. ¿Qué dices?
¿Quieres abandonar la Ciudad y junto con tus dignatarios y sus bienes marcharte donde quieras, permitiendo que el pueblo no reciba daño tanto de mi parte como de la tuya? ¿O prefieres resistir y perder, junto con tu vida, también los bienes, tanto tú como los que están a tu lado, y que el pueblo sea hecho prisionero por los Turcos y dispersado por toda la tierra?”.

El emperador cristiano estaba en una situación desesperada. ¿Cómo actuar ante una misiva tan amenazadora, que estaba “firmada” con la presencia de miles de soldados que asediaban la famosa ciudad de Constantinopla?



Constantino XI pidió el consejo de quienes le ayudaban en el gobierno. Después, determinó enviar una respuesta que todavía impresiona en nuestros días:

“Si tú también quieres vivir en paz con nosotros, como vivieron tus antepasados, gracias sean dadas a Dios. Ellos consideraban a nuestros antepasados como a padres, y como a tales los honraban; y lo mismo a esta Ciudad, como a su patria. Todos, en efecto, en los momentos de peligro se refugiaron dentro de la Ciudad, salvándose de este modo, y nadie que se enfrentó con ellos vivió mucho tiempo. Quédate con las fortalezas y las tierras que nos has arrebatado injustamente como si las hubieras adquirido justamente, e imponnos tantos tributos cuantos podamos entregarte cada año, y vete en paz. ¿Cómo puedes saber si, confiando en vencer, no vas a resultar vencido? Pero el entregarte la Ciudad no está en mi mano ni en la de ningún otro de los que habitan en ella; pues, de común acuerdo, todos libremente moriremos y no escatimaremos nuestra vida”.

Sabemos lo que pasó a la gran ciudad: después del largo asedio, fue conquistada por las tropas dirigidas por los turcos. La amenaza triunfó sobre la justicia.

Pero las armas no son la última palabra de la historia. Al final de los tiempos, veremos quién logró la verdadera victoria: si el sultán que cantó victoria, o el emperador que, a pesar de la derrota, se puso en manos del Dios de la misericordia...

(Los textos aquí recogidos proceden de la siguiente obra: Ducas, Historia turco-bizantina, edición y traducción a cargo de F.J. Ortolá Salas y F. Alconchel Pérez, Machado Libros, Madrid 2006, cap. XXXIX, p. 238).









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