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Asistir al enfermo (Mt 25,36)
La oración de sanación es un acto de fe por el cual nos unimos al enfermo y rogamos a Dios por el alivio y consuelo del que sufre.


Por: Mons. José Rafael Palma Capetillo | Fuente: Semanario Alégrate



El sentido cristiano del sufrimiento humano

En el nuevo testamento aparece una forma típica de visita a los enfermos, en la que se articulan tres momentos: La visita, la oración y el rito, ya sea de imposición de manos o de la unción. Lucas narra la acogida de Pablo en casa de un anciano enfermo: “El padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería; Pablo entró a verlo y rezó, le impuso las manos y lo curó” (Hech 28,7-10). En la carta de Santiago se afirma que se debe llamar a los presbíteros cuando uno está enfermo: “¿Está enfermo alguno de ustedes? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo, el Señor hará que se restablezca, y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado” (St 5,14). “Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del pueblo de Dios” (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 11).

La oración de sanación es un acto de fe por el cual nos unimos al enfermo y rogamos a Dios por el alivio y consuelo del que sufre. Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34-36; 9,23) para subrayar la fuerza que Dios imprime en el corazón del que vive de la fe. Así lo reconoce y proclama la Iglesia, como lo hace en el rito del sacramento de la unción de los enfermos, en la monición introductoria cuando el sacerdote dice: “La oración de la fe salvará al enfermo…”.

Algunas aplicaciones

Comprender el sentido del sufrimiento a la luz del mensaje de Cristo, y visitar a los enfermos para animarlos, ofrecerles ayuda, curarlos, llevarles medicinas, asear su casa, prepararles el alimento, orar con ellos y por ellos, junto con algunas palabras de aliento es el contenido de esta obra de misericordia corporal que Cristo nos señala. Cuando tú eres capaz de descubrir el rostro de Jesús crucificado, sufriente y con frecuencia demacrado, en el enfermo, él también podrá descubrir con mayor precisión la imagen de Cristo que lo visita y lo ama.



Se dice que para no incomodar a una persona enferma debes hacerle “la visita de ‘doctor’ ”, para indicarte que no te prolongues mucho ni lo canses. Sin embargo, por el cariño, el parentesco y la amistad, con frecuencia el enfermo necesita nuestra compañía, que nos quedemos con él, que compartamos más tiempo, que le platiquemos lo que hicimos o lo que vamos a realizar o simplemente para estar en silencio, junto al que está sufriendo. Más valioso es cuando oramos con el enfermo y a favor de su salud. Éste es el profundo significado de esta obra de misericordia tan frecuente y que nosotros mismos deseamos que así Dios la permita a favor nuestro cuando la necesitemos.

Finalmente, repetimos la súplica del Papa Benedicto XVI: “Pido a las comunidades eclesiales en todo el mundo, y particularmente a las que se dedican al servicio de los enfermos, que, con la ayuda de María, Salus infirmorum (Salud de los enfermos), sigan dando un testimonio eficaz de la solicitud amorosa de Dios, nuestro Padre. Que la santísima Virgen María, nuestra Madre, conforte a los que están enfermos y sostenga a todos los que han consagrado su vida, como buenos samaritanos, a curar las heridas físicas y espirituales de quienes sufren” (BENEDICTO XVI, Mensaje para la XV jornada mundial del enfermo, 11 febrero 2007).







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