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Comprender que el cuerpo es bello y bueno en sí mismo, independientemente de cualquier convención humana

¿Quién dijo que solo las bonitas pueden tener novio?
Un video sobre la belleza y sus estereotipos


Por: Autor Invitado | Fuente: catholic-link



A partir del video que les traigo hoy quiero invitarte a reflexionar sobre dos mensajes que los católicos podemos, y debemos,  transmitir a la sociedad en nuestra época: que la dignidad de la persona humana es inalienable y que la familia es la primera sociedad natural.

El comercial pertenece a la campaña de Dove por la  real lanzada en el año 2004 y pretende ejemplificar cómo las niñas son bombardeadas con imágenes irreales e inalcanzables de la belleza que impactan en su autoestima. El cortometraje que pertenece a la edición para México se intitula: «Por eso no tienes novio». Fue realizada en el año 2005 por Alejandro Lozano y protagonizada por Anna Ciocchetti (Madre) y Kay Cisneros (hija).

Crudo, ¿no es así? Seguramente podrás apreciar que la mujer adulta abunda en detalles respecto al físico que debería tener la niña para «conseguir novio» y lo que debe hacer para lograrlo. Esta situación debe permitirnos realizar una crítica a esta visión estereotipada y superficial del ser humano que, amparada en el deseo de un físico «perfecto», reduce la dignidad de la persona a determinadas características corporales.

Pero primero, ¿hay algo malo en el cuerpo? Echando luz al problema, el Papa Pablo VI nos dice en la Constitución Pastoral Gaudium et spes:

«En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día» (Gaudium et spes, 14).



De esta manera, lo que el Santo Padre destacaba es la bondad de nuestro cuerpo, una bondad que proviene del propio deseo de Dios al dotarnos de esta anatomía particular. Sin embargo, también nos previene y enfatiza que: «al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad» (Gaudium et spes, 14).

La Iglesia nos enseña que por haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo sino alguien (CatIC 357); singular, único e irrepetible. Y no solo esto, sino que en Cristo «la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual» (Gaudium et spes, 22).  Hay en esto algo liberador: comprender que el cuerpo es bello y bueno en sí mismo, independientemente de cualquier convención humana. En sintonía con esta concepción del ser humano, el papa San Juan Pablo II nos decía que:

«La dignidad de la persona manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser «hijo en el Hijo» y templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios, que le llena de gozo. (…) A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa» (Christifideles Laici, 37).

Hasta aquí sobre el cuerpo. Pero hay otro tanto sobre el rol de la familia. En el cortometraje la niña escucha atentamente los consejos que le da su madre y está preocupada por agradarle y obtener su afecto. Asimismo, su mamá está deseosa de que la niña aprenda la lección. Pues no hay nada malo en ello ¡El problema está en los valores! El mensaje le da un duro golpe la dignidad de la niña. ¿No lo sientes demasiado violento? Y es que esta situación debe  servirnos para pensar en los ideales que la sociedad contemporánea transmite a los más pequeños.

Aquí tenemos un desafío: ¿desde dónde transmitir un mensaje alternativo que destaque la dignidad del ser humano? Desde la familia, «(…) en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona» (Centesimus Annus, 39).



Por lo tanto la familia tiene algo que decir en un mundo mayoritariamente hostil al mensaje de Cristo. Como ejemplifica la propaganda, muchas veces se desvirtúa la tarea de formación que ejercen los padres por ser permeables a ideologías contrarias al Evangelio. ¿Cuáles son estos peligros?  San Juan Pablo II viene nuevamente en nuestra ayuda:

«Se ha de reservar a esta comunidad [la familia] una solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas totalitarias, y también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista, hacen cegar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia» (Christifideles Laici, 40).

Así, hemos podido destacar la función de la familia y los peligros que esta enfrenta en la actualidad. Pero en definitiva: ¿qué hacer desde cada uno de nuestros hogares? El Papa Francisco sintetiza que «en la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos» (Lumen Fidei, 53).

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