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Sobre el Conocimiento de Sí Mismo

Capítulo 12: De las Características generales de las experiencias inducidas
Las experiencias inducidas, aunque son intensamente personales, son también comunitarias en su esencia


Por: Fr. Nelson M. | Fuente: Casa para tu fe católica



Si es verdad que las experiencias límite llegan sin esperarlas, también es verdad que uno no puede quedarse toda la vida aguardando a que le suceda algo extraño y maravilloso.
Por eso existen las experiencias inducidas , es decir, aquellos tiempos y espacios que reservamos para hacernos más sensibles a las voces y preguntas más profundas. Las podemos mirar como experiencias límite que intentamos producir, bajo la guía, la experiencia y el criterio de otras personas.
Es importante, en efecto, destacar desde el principio que las experiencias inducidas, aunque son intensamente personales, son también comunitarias en su esencia. La idea, en efecto, no es aislarnos como ostras, ni siquiera cuando tomamos distancia física del entorno habitual. Sobre esto volveremos más adelante.

Por ahora es importante la expresión "tomar distancia." Es un movimiento hacia fuera que puede ser leído de diversas maneras. Algunos lo llaman "huida" y esta fue la terminología usual en los inicios del monaquismo: fuga mundi, huida del mundo. Hoy sentimos un rechazo hacia esa manera de hablar, que se nos antoja marcada por la cobardía, el capricho o una mentalidad farisea y presuntuosa. Mi propuesta, sin embargo, es que no despachemos la "fuga mundi" de un modo tan miope y facilista.

Guiémonos por lo dicho: "tomar distancia." Quien entienda bien esa aguda necesidad que a veces uno tiene de alejarse de todo, descansar de todo, repensarlo todo y asumir de nueva forma todo, seguramente comprenderá que esto no se hace necesariamente porque uno sea cobarde, caprichoso o fariseo.

Fijémonos en los verbos descansar, repensar y asumir. Descansar, porque la vida va amontonando obligaciones, expectativas, deseos que se reprimen y metas que no se alcanzan. Todo esto produce una presión que, no por inconsciente, deja de ser real.
Descansar, también, porque la vida está llena de embustes, apariencias y promesas incumplidas. Ello amontona desengaños y hastío en la boca, y una sensación de estar representando un papel dentro de una gran farsa de teatro. Un día uno se cansa de seguir "actuando."
Descansar, en fin, porque nuestro mundo parece que fuera un inmenso mercado donde todo toca ganárselo y pagarlo, donde todo tiene precio y todo está en el escaparate y a la venta, desde la plataforma ideológica de los partidos políticos hasta las expresiones de ternura; desde las comidas que indigestan hasta las terapias que desintoxican de tales indigestiones. El mercado nos vende el veneno y el antídoto, la borrachera y la cura para ella, las preguntas y las respuestas: todo empacado, todo al vacío, todo listo para el consumo, aunque uno al final no sabe si es el consumo que uno hace o la manera como se lo van consumiendo a uno. Esto produce cansancio y el anhelo de tornar a una vida más simple, más natural; una vida sobretodo que pueda llevar el sello de la gratuidad.

 

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