Desgastados
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net

23-5-2015
Hay personas que desgastan. Tienen una idea fija. Buscan realizar su proyecto. Todo les parece lícito con tal de alcanzarlo. Si uno se cruza en su camino, está perdido.
¿Cómo vivir cuando nos encontramos ante una persona así? Uno puede optar por retirarse y dejarle a esa persona campo libre: que triunfe y goce de su “victoria”, aunque esa victoria no sea más que una mentira o, peor aún, una injusticia mucho más grave.
Otras veces uno siente y sabe que hay que poner dique: no podemos permitir que algo malo avance gracias a las presiones de una personalidad obsesiva y prepotente.
Entonces inicia el choque, y el desgaste... A un argumento el otro responde con argumentos falaces, con medias mentiras, con falsedades evidentes, con maniobras maliciosas, con un bombardeo incesante de acciones de diverso tipo.
No resulta fácil seguir en la lucha. Cansa enormemente recibir, uno tras otro, golpes de personas obsesivas, que usan su inteligencia deformada para defender ideas erróneas o manipulaciones evidentes.
Pero rendirse es dejar el campo abierto a ideas o incluso a acciones que promoverán el avance de la mentira y la injusticia. Entonces, ¿qué hacer? La pregunta es más angustiosa cuando constatamos la inercia de quienes pueden intervenir y no lo hacen.
En situaciones así, vale la pena un momento de silencio. Antes de iniciar un combate que provocará desgaste y malhumor, necesitamos acudir a la oración. Hay cosas que los argumentos no pueden conseguir, mientras que Dios sí consigue cambiar los corazones.
Necesitamos confiar en Dios y pedir su luz. Entonces analizaremos con más atención las posibilidades que hay a nuestro alcance, y buscaremos aquellos modos que permitan construir puentes y avanzar hacia la verdad.
Luego, habrá que esperar. Hay quienes ya están casi del todo cegados por sus prejuicios. Quizá algún día abran los ojos de su alma, y lleguemos a una concordia justa.
Pero si la lucha sigue adelante, hemos de evitar sucumbir ante palabras agresivas y golpes bajos. No podemos dejarnos amargar ni desgastarnos inútilmente. Con amor y respeto será posible lograr algo, poco o mucho. Mientras, esperemos y pidamos a Dios por nuestro hermano necesitado.


