He sido creado para la comunión en el amor
Por: P. Jurgen Daum, SCV | Fuente: Temas de Iglesia

Llama la atención que el ser humano, para ser feliz, necesite de los demás. ¿No necesito yo de otros, no necesito por ellos ser aceptado, ser comprendido, ser querido, ser amado? Nadie es feliz si le falta un “tú” a quien amar, por quien ser amado. ¡Es por eso que tanto le huimos a la soledad! Es cuando estamos o nos sentimos solos que nos inunda una profunda tristeza y desolación, un tedio y sinsentido en la vida que a veces llega hasta la desesperación, hasta cobijar en uno el secreto o expreso deseo de querer dejar de seguir viviendo.
En cambio a la experiencia de la amistad y del amor, a la comunicación de las existencias, a la comunión, está ineludiblemente ligado el gozo, la alegría y la felicidad del ser humano. Cuando nos experimentamos amados, valiosos para otros, cuando amamos nosotros mismos y fruto de ese amor y correspondencia en el amor se vive la comunión entre las personas, hay gozo, hay felicidad.
Parece contradictorio que uno esté “destinado” a encontrar la felicidad fuera de sí, en otros, y mientras más busque encontrarla en sí mismo, solo, haciéndose independiente de los demás, autosuficiente, más infeliz se torna. Pero así es en definitiva: sin el otro, y sin el Otro por excelencia, no puedo ser feliz, no puedo entenderme ni realizarme como persona.
El Misterio de la Trinidad echa una luz diáfana sobre el misterio que soy yo mismo y por tanto me enseña cómo responder acertadamente a aquello que verdaderamente soy: un ser necesitado de comunión porque Dios, que es en sí mismo Comunión de Amor, me creó para la comunión. Al comprender mi origen, al comprender que Dios es Amor y que me ha creado para el amor, comprendo que jamás podré realizarme ni ser feliz sino en la entrega de mí mismo a los demás y en la acogida del otro, abriéndome incesantemente al amor que viene de Dios y viviendo la Comunión con Él y en Él con los hermanos humanos.
MEDIOS CONCRETOS
¿Cómo puedo vivir la comunión en mi vida?
1. Por un lado, es fundamental perseverar en la vida de oración y crecer en el amor a Dios sobre todo. Quien pone al Señor Jesús en el centro de su vida, quien medita sus palabras y busca vivir como Él enseñó, poco a poco entra en comunión con Dios y se llena de su mismo amor: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.» (Jn 14,23) Esa presencia y ese amor de Dios se expresarán necesariamente en el trato con nuestros prójimos, para quienes estamos llamados a ser un vivo reflejo del amor que Dios vive en sí mismo.
2. “Como enseñanzas para la vida concreta que brotan de la contemplación del misterio de la Trinidad creadora tenemos que ser persona es estar en reverente apertura al otro. Los otros no son el infierno, como decía Sartre, sino que son invitación a plenificarme por la comunicación y el amoroso servicio.” (Luis Fernando Figari) Vivir el servicio como donación generosa a los demás es fundamental para construir la comunión entre todos. Muchos creen que servir es rebajarse, ser menos, que lo que hay que hacer es dominar, hacer que los demás me sirvan a mí, saber manipularlos y utilizarlos para alcanzar yo mis propósitos. Cambiar esos criterios anti-evangélicos, luchar contra todo egoísmo, contra toda actitud de “servirme de los demás”, “que los demás me sirvan a mí”, “esperar a que otro sirva primero (¿por qué siempre tengo que ser yo?)”, es esencial. Debo leer mi vida en clave de servicio. Miremos a Cristo, nuestro Maestro y Modelo: Él «no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20,28) Pregúntate: ¿cómo puedo servir mejor en casa o en mi comunidad? Vence tus flojeras y perezas, vences tus egoísmos e individualismos, sal al encuentro de las necesidades de aquellos con quienes vives, ayuda en lo que buenamente puedas, sirve tu primero y no esperes que los demás te sirvan a ti, pregúntate que puedes hacer por ellos en vez de preguntarte que pueden hacer por ti.
3. Para construir la comunión es esencial luchar contra el egoísmo y contra el individualismo, graves males que afectan nuestra sociedad actual. El egoísmo es la actitud de quien se mira y piensa en sí mismo antes que en los demás. El individualismo es la actitud de quien cree que no necesita de nadie, se cierra en sí mismo, no se interesa ni preocupa por quienes lo rodean ni por las necesidades de otros. Ambas actitudes son veneno para alcanzar la comunión y felicidad a la que estamos llamados. Hay que examinarnos, detectar cualquier actitud egoísta o individualista en nosotros mismos y luchar por combatirlas, día a día, con la gracia de Dios. Para combatir el egoísmo y el individualismo procura siempre pensar antes en las necesidades de quienes viven contigo que en tus propias necesidades, reclamos o “exigencias”, sal de ti mismo y preocúpate por otros, en pequeñas cosas aprende a sacrificarte a ti mismo por el bien de los demás.
4. Muy importante también es que, aunque mucho te cueste, perdones a quien te haya ofendido o continuamente te ofende, y pidas perdón cuando a alguien hagas daño ya sea con tus palabras desmedidas o con tus actitudes faltas de caridad. Vivir el dinamismo de la reconciliación es fundamental para sanar heridas y construir serenamente la comunión basada en el amor.
P. Jurgen Daum, SCV


