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Testimonio del padre Pro al encontrar fuerza y consuelo en María
Por: Infologos | Fuente: Vida íntima del padre Pro, Antonio Dragón
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MARIA
CONSOLACIÓN
ORACIÓN
Conversación y consuelo con María
ANTONIO DRAGON, S.J, Vida íntima del padre Pro. Ed. Buena Prensa. México, 1952, pág. 121-122
El 18 de junio, desde París, reanuda la descripción detallada de su peregrinación a Lourdes.Ahora sí ya puedo decir lo de Simeón Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo... Ya puedo partir para el otro mundo, y no aquel que llamaban nuestros mayores Las Indias, sino el verdadero otro mundo, que está en el cielo.
¿Que hice yo una barrabasada estando como estoy, endeble y bueno para nada? No lo niego. ¿Que fue una imprudencia pasar dos noches en el tren sin dormir y sin cenar? Tampoco lo niego. Pero lo que jamás de los jamases negaré tampoco, es que ayer fue uno de los días más felices de mi vida.
De París salí el miércoles a las 7 de la noche. Llegué a Lourdes a las 8.45 de la mañana y desde luego encontré la asistencia especial de Nuestra Señora; porque en el camino encontré al secretario del obispo, le presenté mis papeles, me dio el permiso de celebrar y llegué a la basílica... ¿cuándo? Cuando se acababa la última misa pedida en el altar mayor.
A las 9 comencé mi misa, y si duró más de lo acostumbrado, fue porque en los mementos tenía muchas familias por quien pedir.De la iglesia fui a la gruta. .. ¡La gruta! Un pedacito de cielo donde vi a una Virgen que inundó mi alma de una dicha inmensa, de un consuelo íntimo, de un bienestar divino que se siente, sí, se siente, pero que no hay palabras para explicar. El infeliz y pobre Pro ni vio, ni oyó, ni se dio cuenta de nada de lo que hacían los miles de peregrinos que allí estaban... Digo mal, una vez, al levantar los ojos para ver a su Madrecita, vio a una enferma metida en su carrito a los pies de la Virgen y que rezaba el rosario con los brazos en cruz... ¡y eso lo acabó de perder!, pues la fe y la confianza que descubrió en esa enferma avivaron la suya y comenzó una conversación íntima con esa Santísima Madre, en la que más que él, ella hacía y deshacía en mi alma como jamás lo había sentido.¿Cómo duré tanto tiempo de rodillas yo, que a los cinco minutos ya no puedo continuar? No lo sé.
A las 12 fui a comer. Escribí cuatro postales y a las 12.30 ya estaba en la gruta. No me pregunte qué dije o qué hice; yo no sé nada, yo no fui ayer el miserable de siempre.A las tres un cura se acerca y me dice: si sigue Ud. así se va a enfermar; yo le aconsejaría que se fuese a las piscinas, allí hay sombra.¿Por qué me lo dijo? o ¿qué cara o postura tenía yo? Es otra de las cosas que ignoro. Yo sólo sé que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentía muy dentro de mí su presencia bendita y su acción. En las piscinas vi a los cientos de pobrecitos enfermos que van en busca de salud. Un capuchino predicaba entre las decenas del rosario; yo hice lo que todos hacían: cantar, rezar, besar el suelo, ponerme en cruz, invocar a la Virgen.
A las 4.50 ya iba en el tren de regreso.Y.. ¿estuve en Lourdes? Pues ¿cómo no fui al Calvario?, ¿cómo no vi el río?, ¿cómo no sé cuál es la forma de la basílica, ni qué cosas hay o no hay?Y sin embargo, allí estuve. Porque para mí, ir a Lourdes era encontrar a mi Madre del cielo, hablarle, pedirle; y yo la encontré y le hablé y le pedí...
Mi viaje (por mar) no será tan duro, como pensaba, pues la Virgen me lo ha dicho.¡Ay, padre!... era muy penoso para mi miserable naturaleza volver a México sin salud, sin acabar mis estudios; encontrar a mi pobre patria deshecha por sus gobernantes, y sin el placer de volver a ver a aquella madre mía, que me dio el ser, y a quien lloro aún en medio de mi resignación y conformidad. Pero mi viaje a Lourdes me ha dado bríos.
Comentarios: infologos@catholic.net
CONSOLACIÓN
ORACIÓN
Conversación y consuelo con María
ANTONIO DRAGON, S.J, Vida íntima del padre Pro. Ed. Buena Prensa. México, 1952, pág. 121-122
El 18 de junio, desde París, reanuda la descripción detallada de su peregrinación a Lourdes.Ahora sí ya puedo decir lo de Simeón Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo... Ya puedo partir para el otro mundo, y no aquel que llamaban nuestros mayores Las Indias, sino el verdadero otro mundo, que está en el cielo.
¿Que hice yo una barrabasada estando como estoy, endeble y bueno para nada? No lo niego. ¿Que fue una imprudencia pasar dos noches en el tren sin dormir y sin cenar? Tampoco lo niego. Pero lo que jamás de los jamases negaré tampoco, es que ayer fue uno de los días más felices de mi vida.
De París salí el miércoles a las 7 de la noche. Llegué a Lourdes a las 8.45 de la mañana y desde luego encontré la asistencia especial de Nuestra Señora; porque en el camino encontré al secretario del obispo, le presenté mis papeles, me dio el permiso de celebrar y llegué a la basílica... ¿cuándo? Cuando se acababa la última misa pedida en el altar mayor.
A las 9 comencé mi misa, y si duró más de lo acostumbrado, fue porque en los mementos tenía muchas familias por quien pedir.De la iglesia fui a la gruta. .. ¡La gruta! Un pedacito de cielo donde vi a una Virgen que inundó mi alma de una dicha inmensa, de un consuelo íntimo, de un bienestar divino que se siente, sí, se siente, pero que no hay palabras para explicar. El infeliz y pobre Pro ni vio, ni oyó, ni se dio cuenta de nada de lo que hacían los miles de peregrinos que allí estaban... Digo mal, una vez, al levantar los ojos para ver a su Madrecita, vio a una enferma metida en su carrito a los pies de la Virgen y que rezaba el rosario con los brazos en cruz... ¡y eso lo acabó de perder!, pues la fe y la confianza que descubrió en esa enferma avivaron la suya y comenzó una conversación íntima con esa Santísima Madre, en la que más que él, ella hacía y deshacía en mi alma como jamás lo había sentido.¿Cómo duré tanto tiempo de rodillas yo, que a los cinco minutos ya no puedo continuar? No lo sé.
A las 12 fui a comer. Escribí cuatro postales y a las 12.30 ya estaba en la gruta. No me pregunte qué dije o qué hice; yo no sé nada, yo no fui ayer el miserable de siempre.A las tres un cura se acerca y me dice: si sigue Ud. así se va a enfermar; yo le aconsejaría que se fuese a las piscinas, allí hay sombra.¿Por qué me lo dijo? o ¿qué cara o postura tenía yo? Es otra de las cosas que ignoro. Yo sólo sé que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentía muy dentro de mí su presencia bendita y su acción. En las piscinas vi a los cientos de pobrecitos enfermos que van en busca de salud. Un capuchino predicaba entre las decenas del rosario; yo hice lo que todos hacían: cantar, rezar, besar el suelo, ponerme en cruz, invocar a la Virgen.
A las 4.50 ya iba en el tren de regreso.Y.. ¿estuve en Lourdes? Pues ¿cómo no fui al Calvario?, ¿cómo no vi el río?, ¿cómo no sé cuál es la forma de la basílica, ni qué cosas hay o no hay?Y sin embargo, allí estuve. Porque para mí, ir a Lourdes era encontrar a mi Madre del cielo, hablarle, pedirle; y yo la encontré y le hablé y le pedí...
Mi viaje (por mar) no será tan duro, como pensaba, pues la Virgen me lo ha dicho.¡Ay, padre!... era muy penoso para mi miserable naturaleza volver a México sin salud, sin acabar mis estudios; encontrar a mi pobre patria deshecha por sus gobernantes, y sin el placer de volver a ver a aquella madre mía, que me dio el ser, y a quien lloro aún en medio de mi resignación y conformidad. Pero mi viaje a Lourdes me ha dado bríos.
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