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Los santos también son hombres.

Los santos también son hombres.
Testimonio de la Experiencia del P. Bargellini


Por: P. Bargellini |



P. Bargellini. Los santos también son hombres.

De pequeño, José Sarto, para poder estudiar, había ido desde Riese a Castelfranco recorriendo a pie y con los zapatos sobre el hombro el camino para no estropearlos.

Cardenal de Venecia en 1893, tuvo que partir para Roma; en 1903 por la muerte de León XIII. Los venecianos temieron perderlo, pensando que el Espíritu Santo podía elegirlo. Él estaba sereno:

-Estad tranquilos. Vivo o muerto, volveré
No volvió.

-No creo que el Espíritu Santo haga semejante disparate -dijo con gracia a quien le hablaba de su posible elección.

Cuando, en el primer escrutinio, cinco cédulas llevaban su nombre, comentó, sin complacencia ni despecho: con -Los cardenales se divierten a mi costa.

Pero a cada votación nueva las cédulas iban aumentando. Al final, era el designado. Se sentía indigno. Rogó, exhortó, lloró, pero sus apasionadas protestas produjeron el efecto opuesto.

El cardenal Gibbons se lo dijo así a un personaje, a su regreso del cónclave:
-A cada escrutinio en que veía crecer los votos a su favor, el cardenal Sarto tomaba la palabra para suplicar al Sacro Colegio que desistiese de la idea de elegirlo. Todas las veces le temblaba la voz, se le encendía el rostro y caían lágrimas de sus ojos.

Se vi obligado a aceptar. Al final, vencido por la insistencia del colegio. bajó la cabeza:
-Si no es posible que pase este cáliz, hágase la voluntad de Dios.

La fórmula no era valida. El elegido tenía que decir: “Acepto”, ¡Acepto!. Y él dijo, mientras sus dos características arrugas se le ahondaban entre las cejas:

-Acepto-
Pero Añadió:
-In Crucem .







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