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Testimonio de comunión con la Iglesia

Testimonio de comunión con la Iglesia
Mons. van Thuan narra una experiencia de comunión con la Iglesia


Por: Infologos |



Monseñor Van Thuan

Monseñor Van Thuan pasó trece años en las cárceles comunistas (nueve en régimen de aislamiento), después de que Pablo VI le nombrara arzobispo coadjutor de Ho Chi Minh (la antigua Saigón) en 1975. Van Thuan fue deportado en 1991. Juan Pablo II le acogió en Roma. Desde entonces el gobierno vietnamita lo declaró «persona non grata». Nunca más pudo regresar a su patria.
El Papa le acogió en la Curia Romana, donde llegaría a ser creado cardenal y presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y Paz.

Al conocer la noticia del fallecimiento del cardenal a causa del cáncer, el Papa envió un telegrama a su madre, la señora Ngo Dinh Thi Hiep para manifestarle su pésame.«La Iglesia reconoce en su hijo —asegura el Papa— a un testigo fiel y valiente del Evangelio, al que ha sido fiel en las pruebas por amor a Cristo y a la Virgen María».

Comunión
F.X. NGUYEN VAN THUAN, Testigos de esperanza, Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S.S. Juan Pablo II, Edit. Ciudad Nueva, Madrid 20004, pág. 171-172

Quisiera concluir esta meditación con el relato de una sencillísima experiencia, también del tiempo de mi encarcelamiento.

Es difícil imaginar con cuánta ansia nuestros fieles, en los años de dura prueba (de 1958 en adelante), desafiando el castigo o la cárcel porque se trataba de “propaganda extranjera, reaccionaria”, trataban de escuchar Radio Vaticano para oír palpitar el corazón de la Iglesia universal y estar unidos con el sucesor de Pedro.

Más tarde hice yo mismo esa experiencia. Estaba en aislamiento en Hanoi cuando, un día, una señora de la policía me trajo el pescadito que yo tenía que preparar. En cuanto vi el envoltorio me llené de alegría, que, sin embargo, me guardé bien de manifestar exteriormente. La alegría no era por el pescado, sino por la hoja que lo envolvía: dos páginas de L’Osservatore Romano.

Cuando, en aquellos años, el periódico vaticano llegaba a la oficina de correos de Hanoi, era requisado y vendido en el mercado como papel. Aquellas dos páginas habían sido utilizadas para envolver el pescadito.

Con calma, sin que me vieran, lavé bien aquellas hojas para quitarles el olor, las sequé al sol y las guardé como una reliquia. Para mí, en régimen de aislamiento, aquellas páginas eran una señal de la comunión con Roma, con Pedro, con la Iglesia, un abrazo de Roma. No habría podido sobrevivir si no hubiera tenido la conciencia de formar parte de la Iglesia.

Hoy vivimos en un mundo que rechaza los valores de la civilización de la vida, del amor, de la verdad; nuestra esperanza es la Iglesia, Imago Trinitatis.

Comentarios: infologos@catholic.net







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