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Vida Intima del Padre
Vida Intima del Padre
Testimonio de una vida de sacrificios por Dios nuestro Señor
Por: Antonio Dragon |
Antonio Dragon, S.J, Vida Intima del padre Pro. Ed. Buena Prensa. Mxico, 1952, pg. 98-99
Desde el instante en que lo conocí refiere la superiora del sanatorio me convencí de que su vida era salvar almas. Habiendo sabido por una conversación que un moribundo rehusaba los sacramentos, corrió a su lado y logró prepararlo para comparecer delante de Dios. Este caso se repitió muchas veces durante su estancia entre nosotros. Su dicha era volar en pos de las almas para hacerlas conocer la verdad.
La enfermedad que lo atormentaba casi no lo preocupaba. Y yo estaba segura de que se medicinaba sólo por obediencia.
Es necesario que me alivie para volver a México!, decía. Al morir mártir! yo quiero almas!
Lea en los corazones como en un libro abierto; penetraba en lo más íntimo del alma, aun sin conocer a la persona a quien trataba en ese momento. No se equivocaba.
El padecimiento había llegado a ser dulce para él. Una vez me decía: No había comprendido nunca con tanta perfección el valor del sufrimiento; es una dicha padecer por Dios y que sólo él conozca nuestros padecimientos.
¡Qué devoción la suya, durante la celebración de la misa! Durante su oración, me causaba la impresión de que ya no estaba en este mundo. Me decía yo misma muchas veces: Este padre es un santo. No he conocido jamás otro como él.
Comentarios: infologos@catholic.net
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Por: Antonio Dragon |

Antonio Dragon, S.J, Vida Intima del padre Pro. Ed. Buena Prensa. Mxico, 1952, pg. 98-99
Desde el instante en que lo conocí refiere la superiora del sanatorio me convencí de que su vida era salvar almas. Habiendo sabido por una conversación que un moribundo rehusaba los sacramentos, corrió a su lado y logró prepararlo para comparecer delante de Dios. Este caso se repitió muchas veces durante su estancia entre nosotros. Su dicha era volar en pos de las almas para hacerlas conocer la verdad.
La enfermedad que lo atormentaba casi no lo preocupaba. Y yo estaba segura de que se medicinaba sólo por obediencia.
Es necesario que me alivie para volver a México!, decía. Al morir mártir! yo quiero almas!
Lea en los corazones como en un libro abierto; penetraba en lo más íntimo del alma, aun sin conocer a la persona a quien trataba en ese momento. No se equivocaba.
El padecimiento había llegado a ser dulce para él. Una vez me decía: No había comprendido nunca con tanta perfección el valor del sufrimiento; es una dicha padecer por Dios y que sólo él conozca nuestros padecimientos.
¡Qué devoción la suya, durante la celebración de la misa! Durante su oración, me causaba la impresión de que ya no estaba en este mundo. Me decía yo misma muchas veces: Este padre es un santo. No he conocido jamás otro como él.
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