De la droga al amor
Por: Andrés Efraiel, Keyla Kiriel, Malena M. Magdalena y Julieta Clara | Fuente: Escuela de la vida la Nueva Argentina

17 de marzo de 2010
La drogadicción no tiene fronteras geográficas y culturales, como consecuencia de ser el negocio del tráfico de drogas: su producción, elaboración y comercialización en todos los países del mundo, el sostén del actual sistema político-financiero.
Actualmente se presenta como la “mercancía” más rentable dentro de la timba financiera a causa de la demanda-necesidad _impuesta por este régimen diabólico_ que tienen de ella cientos de millones de hijos de Dios: drogadictos crónicos u ocasionales que conforman la masa consumidora que no discrimina raza ni condición económica-social; basado este último concepto en el primer mandamiento de esta sociedad burguesa: el valor de la persona es directamente proporcional a la cantidad de plata que tiene en el bolsillo y/o su capacidad de generarla; ¿simple no?
En cada “sector” de la sociedad los individuos le dan un uso diferente, ya sea para adaptarse al ritmo de este “mundo moderno” y sus exigencias, como es el caso de los deportistas, empresarios o profesionales que buscan estar al máximo rendimiento full-time en la carrera hacia el “éxito”. O para evadirse de él, en el caso de las clases marginadas que la usan para fines un poco más nobles: no morirse de hambre, por ejemplo.
Igualmente esto no es una determinación.
En todos los casos siempre es un adaptarse-evadirse a esta realidad que es verdaderamente insoportable para todos, en tanto es insoportable para el corazón del hombre, su verdadera naturaleza: Dios en nosotros, Su Espíritu que está en todo y de donde todo nace, se origina.
En cada corazón está Jesús crucificado en el Amor-dolor por los pecados de este mundo, a la vez que empuja Victorioso con la Fuerza del Amor Todopoderoso desde nuestro interior para conducirnos a todos y cada uno a la Casa del Padre, el Paraíso terrenal.
Frente a tamaña potencia, los aliados del demonio no han podido más que intentar frenar un poco este Impulso Vital del Amor de Dios en nosotros empezando por ellos mismos, endureciendo su propio corazón en su estúpida y verdaderamente poco rentable pretensión de ocupar el lugar de Dios; y en este marco, las drogas estimulantes o estupefacientes son un medio eficaz para ejercer su dominio sobre los pueblos.
Pero preguntamos: ¿sobre qué base prende la droga en el seno del pueblo y se transforma en un arma capaz de lograr que la persona se destruya a si misma?
Nos respondemos: la droga no es el problema, su capacidad de destruir es consecuencia de un mal mayor arraigado en el corazón del hombre fruto de su condición de criatura caída.
La droga trabaja sobre una herida, una de las tantas que hay en nuestro corazón a partir de la pelea o negación que tenemos con Dios Padre, individual y colectivamente los hombres.
Esta herida es una deformación del impulso del Amor de Dios Padre en nuestro corazón: la búsqueda de la felicidad, de la plenitud.
Es la felicidad del Padre que por Amor quiso compartirla con nosotros, lo que quiere intrínsecamente todo ser humano, lo sepa o no lo sepa. Esta búsqueda es la esencia de cada corazón, su materia prima podríamos decir: la búsqueda del Amor.
Resulta que el hombre pretende buscar solo, y al no tener conciencia de su unión con Dios, no cuenta con el Amor como herramienta fundamental para lograr sus propósitos, y no lo digo en el sentido romántico sentimental...que lindo es el amor, que lindo...
Más bien tomándolo en su sentido puramente práctico: ¡como nafta súper!
No se cree que podamos usarlo celosamente o con el más “despreciable” egoísmo para lograr nuestros intereses “inconfesables” _los intereses más profundos de nuestro corazón_ porque se lo reduce a un simple sentimiento, que a lo sumo se explota al sentimiento, no al Amor, para ser, más bien parecer “más buena persona”, mientras lo que verdaderamente queremos lo hacemos por “izquierda”.
En esto consiste la hipocresía que denunció Jesús con tanta bronca en el Evangelio de Mateo. Pero la bronca no era por las cosas que hacían los fariseos, como se mal predica actualmente; porque por sus miserias, los amaba.
La bronca era porque tapaban lo que realmente querían, sea respeto o ambición de poder, no importa, en lugar de contar con el Amor como el único medio para lograrlo sin ninguna necesidad de someter a nadie.
Ellos acotaban el Amor y a Dios a cumplir la Ley de Moisés como un fin en si mismo, o sea, “portarse bien” y cumplir los mandamientos era el sentido de la vida: eso vendían y de ahí es que la ley era y es ocasión de pecado como dice san Pablo en la Escritura.
La Ley y los Mandamientos no son un fin, son un medio, las herramientas del Amor para que lo que sea que queramos hacer, ande, salga bien y nos haga felices, sin caretas ni posturas: ¡Libres!
Esta maldita idea que hemos heredado nos conduce inexorablemente hacia el error: una mala traducción de lo que el espíritu-el corazón-Dios en nosotros, manda.
El hombre esta dividido-herido en su concepción de la realidad completa, espiritual y material, donde la segunda está sometida a la primera y proviene de ella. Concibe como realidad lo que “el mundo” ofrece, y trata de moverse en esta búsqueda según sus criterios y reglas, su cultura, que es de muerte por supuesto, como consecuencia de la separación primera: la separación del Padre-el impulso de la Vida.
El error más grave al que ha inducido el demonio amparado por sus aliados a través de esta cultura de la muerte, es hacernos creer que la felicidad está en el placer, mientras que el Amor es lo que dijimos antes: sólo un lindo sentimiento.
El hombre moderno se guía bajo la máxima de “estar bien”, “sentirse bien”, “disfrutar”.
Sólo basta mirar la tele un ratito para apreciar por ejemplo que todas las propagandas, el llamado “marketing o cagerting” de este capitalismo voraz, fomenta y explota esta falsa teoría de la que no escapa nadie o muy pocos. Así generan el mercado de consumo y donde vender sus mercancías todas: legales e ilegales.
Convengamos que Dios Padre y su Plan de darnos un Reino donde de arranque nomás la investidura Real es la tortura, la humillación y la Cruz de Cristo, no tiene mucho “gancho publicitario”, pero es La Cruz la máxima expresión del Amor de Cristo que dio-da Su Vida por nosotros.
¡Por mí te molestaste Señor, por un amigo como yo moriste en la cruz!
Su Resurrección es consecuencia de Su muerte-entrega en el Amor-dolor y este es el Camino posible trazado por Dios Padre hacia la felicidad, la Vida Eterna.
El placer no es otra cosa que un mimo físico y/o emocional al cuerpo, no es el sentido de la Vida-El Amor-Dios; es sólo una de sus consecuencias perceptibles: lo puso Dios en nosotros, nos lo regaló a condición de que se viva en Su Amor, pero sin este último y mas aún, ocupando su lugar: se convierte en un demonioel dios-placer.
La diferencia entre cualquier persona y un drogadicto radica en que “la gente sana” se place en tener todas las cosas que venden en la tele, su posición y seguridad económica, el prestigio que ha ganado en su carrera o labor; mientras que al “drogón” le da placer y también todo lo anterior potenciado por ésta.
El tema es que en el drogón se hacen evidentes en menor tiempo y de una manera “grotesca”, las consecuencias nefastas de la idolatría al dios-placer, pero es el mismo mal espíritu el que opera sobre éste y sobre aquel, que es el individuo “socialmente correcto” .
Se trata entonces de ser capaz de apreciar, que los que creemos que están enfermos por las drogas son sólo una más de las tantas muestras de la no aceptación del Amor _que todos padecemos_ como alimento que empape todas nuestras ambiciones y sueños, todas nuestras metas y propósitos.
Reconociendo que todos tenemos este quibombo interior, podemos dejar de mirar al adicto de reojo, de juzgarlo mal, y uniendo fuerzas empezar a ejercer el gobierno de nuestro corazón tal cual es, como Dios lo creó. ¡Único tesoro donde encontrar la potencia para ser invencibles en la búsqueda de la felicidad sin límites del Reino de Cristo en todas las cosas!
Así venceremos la acedia y la apatía que genera esta insípida sociedad burguesa e impone vivir a millones el infierno cotidiano de las drogas, el materialismo y el desamor.


