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Llamar a la lujuria por su nombre
En nuestro empeño por disimular las prácticas egoístas del sexo, buscamos palabras que suenen bien, e incluso justifiquen lo que siempre se ha considerado una aberración


Por: Juan García Inza | Fuente: Religión en Libertad



En nuestro empeño por disimular las prácticas egoístas del sexo, buscamos palabras que suenen bien, e incluso justifiquen lo que siempre se ha considerado una aberración. Así a la lujuria le llaman “hacer el amor”. Pero el amor no se hace, se vive. Y la lujuria es otras cosa muy distinta al amor: es el desboque del más burdo egoísmo.

Lujuria equivale, según el DRAE a lascivia, sensualidad, vicio, libertinaje, obscenidad, pornografía, desvergüenza, etc. Y ya sabemos todo lo que ello supone para a las relaciones humanas. Una sociedad que disfraza de amor el vicio más grosero es una sociedad decadente, sin valores. Y si esa mentalidad trata de imponerse desde las instancias más altas, no hace falta demostrar la catadura moral de los “ingenieros sociales”. Dale al pueblo pan y circo, bacanales y orgías, botellones y condones…, y los degenerados te aplaudirán. No les hables de castidad que se ríen, no les cabe en la cabeza porque piensan con otros órganos de menor altura que el cerebro.

El Coronel de Artillería, Juan José Guerrero Roiz de la Parra, que en el post anterior citábamos, afirma en su memorable artículo en la revista “Buena Nueva”:

“Para hacer aún más asequible la práctica indiscriminada del sexo y eliminar cualquier connotación que no sea «políticamente correcta», se dulcifica la nomenclatura de lo que en román paladino se expresa con
sonoros y, a veces, malsonantes vocablos, para sustituirlos por la cursi e inexacta expresión de «hacer el amor». Además, así se corrompe el sentido de la sublime palabra amor, confundiéndola con la búsqueda de un egoísmo feroz, que lo que menos tiene en cuenta es la donación total de sí mismo a la otra persona. La unión física de dos personas para realizar el acto sexual mediante la expresión «hacer el amor» es totalmente inexacta y aberrante. El amor es un bien espiritual que nada tiene que ver con la pasión sexual y mucho menos con la lascivia desbordada de unos cuerpos que se restriegan y se penetran ávidamente en busca de una sensación placentera tan intensa como efímera y, a veces, más efímera que intensa... En este caso, la soledad de dos egoísmos en contacto es la antítesis del amor”

El amor es algo mucho más serio que una práctica sexual puramente biológica. El amor es la antítesis del egoísmo, de la falta de compromiso, de la donación generosa y duradera. Y el hombre ha sido creado para amar, no para aprovecharse del otro, o de la otra, con la excusa de un idilio efímero, de un entusiasmo brotado de los efluvios de unas copas de media noche. Y aquí sí que son iguales el hombre y la mujer. La fuerza de la pasión adormece la razón, descontrola la voluntad, y le pone un bozal a la conciencia para que no nos reproche nada.


Traigo aquí esta especie de catecismo que dos padres publicaron y recoge la página W. Aciprensa:

1. ¿Se puede decir que Dios creó al hombre para el amor?

Sí. Dios creó al hombre por amor y para el amor. El amor por tanto es la vocación fundamental y original de todo hombre.

2. ¿El amor radica sólo en el cuerpo?

No. El amor humano también abarca al alma, porque el hombre está llamado al amor en su totalidad: en el cuerpo y en el alma.

3. ¿Cómo puede el hombre realizar su vocación al amor?

El hombre puede realizar su vocación al amor fundamentalmente de dos modos: por el matrimonio y por la virginidad o el celibato asumido por amor a Dios y servicio a los demás.

4. ¿Cuál de los dos modos es más perfecto?

Cada hombre debe seguir su propia vocación y esa será la mejor para él. Pero, la virginidad o el celibato por amor a Dios y servicio a los demás, es más elevado porque está dirigido directa y exclusivamente a Dios.

5. ¿Qué es lo esencial en el amor humano?

El amor humano es una donación exclusiva y permanente de los esposos, con los actos propios y exclusivos de ellos. Ese amor también alcanza al núcleo íntimo, espiritual de la persona, y no constituye simplemente una manifestación biológica como sería el caso de los animales.

6. La donación total del hombre y la mujer ¿sólo es auténtica en el matrimonio?

La donación total de un hombre y una mujer sólo es verdadero amor humano en el matrimonio. Allí se dan las condiciones de estabilidad necesarias para la procreación y educación de los hijos y para el crecimiento y despliegue del amor de los esposos.

7. ¿El amor humano es exclusivo del matrimonio?

La plenitud del amor humano es el amor conyugal, que sólo se puede realizar en la unión estable y permanente del hombre y la mujer. Pero caben otras formas de amor humano, como la fraternidad, la amistad, la ayuda- solidaria hacia los necesitados, etc.

8. ¿Puede darse el amor auténtico, entre un hombre y tina mujer, fuera del matrimonio?

Cuando hablamos de "amor auténtico" entre un hombre y una mujer, nos referimos sólo a aquel amor que se da de manera exclusiva, fiel, fecunda y para siempre en el matrimonio, Fuera del matrimonio sólo hay falsificaciones del verdadero amor, porque al carecer de sus elementos esenciales -que son la estabilidad, el verdadero compromiso y la fecundidad- el amor deja de ser total y por tanto falso.

9. ¿No limita la libertad de los esposos excluir otros posibles amores extramatrimoniales?

No, porque la verdadera libertad consiste en cumplir la voluntad de Dios y elegir el bien: elegir la fidelidad a la palabra dada y a los compromisos adquiridos ante Dios y ante el otro cónyuge. La exclusividad del amor entre un hombre y una mujer defiende a los hombres de los peligros del subjetivismo y del relativismo respecto a un asunto tan importante como es la familia y el matrimonio
( Fernando Castro y Jaime Molina)

Muchos no estarán de acuerdo con lo que venimos diciendo, pero es la verdad. El hombre no puede dejar de ser hombre en todos los órdenes de la vida, a no ser que le quitemos el alma, y se quede en una masa de carne capaz de experimentar ciertas emociones pasajeras, que nada tienen que ver con la espiritualidad que nos hace mirar más alto.
 







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